Olga Martín Cobos. Dpto. de Inglés.
Ya es casualidad que el primer viaje con el Proyecto Erasmus desde la pandemia nos haya llevado al mismo sitio al que fueron el último grupo de alumnos del centro que viajó antes de ella y al que también fueron el último grupo de alumnos que viajaron con Erasmus. Casualmente, se cierra un círculo perfecto.
A pesar de tener que tomar tantas precauciones, nos decidimos a viajar a Grecia con el grupo de alumnos que llevaban dos años esperando poder hacerlo con este proyecto.
Nos reciben en Patras las figuras del Carnaval que no se celebrará, pero que saben cuánto agradecemos el recibimiento. Nos sorprende también la tormenta de nieve El pis (Esperanza) que en Patras solo deja mucho frío, pero tiene en vilo a los nuestros.
Durante esta semana en Grecia, hemos visitado el Arsakeio Gymnasyum que se vació de alumnos por el frío y hemos convivido con alumnos portugueses y griegos; estos últimos nos mostraron su ciudad con sus ojos , una ciudad tranquila, universitaria, resistente, donde el momento más importante del día es la puesta de sol. La visita a los museos botánico, zoológico y arqueológico nos permitió conocer su patrimonio natural y cultural de la mano de personas a las mueve su enorme vocación. El encuentro con el alcalde Patras se acordó en su refugio antiaéreo, un túnel del tiempo de los romanos que simboliza la resistencia de la ciudad.
Vídeo resumen de las actividades:
Hemos paseado por el bosque de Kalogria donde pudimos observar aves y realizar trabajo en equipo sobre su ecosistema, Hemos visitado Lefkada y la playa de Saint Nikita donde por fin vimos a los alumnos reír sin mascarilla y atreverse en el agua. Los alumnos han quedado para pasear, cenar, patinar, jugar. El último día fuimos todos juntos a visitar Atenas, sus monumentos más importantes. Lástima que no pudiéramos acceder al Partenón, pues todavía quedaba hielo de la nevada. Una buena razón para volver.

Estos días en Grecia hemos aprendido que, aunque cueste romper el hielo, merece la pena entenderse. Que hay que sentirse diferente para entender a los que vemos así. Que los extremos pueden estar próximos en lo esencial, la nieve y el mar, subir al castillo y bajar al puerto, lo tradicional y lo moderno, lo local y lo global.
Una musaka casera para el viaje de vuelta deja buen sabor de boca con la satisfacción de que el esfuerzo y la espera han merecido la pena.
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